Con décadas de experiencia en competiciones internacionales y
millones de kilómetros en su silla de ruedas, el maratonista mexicano
Aaron Gordián disputará mañana los octavos Juegos Paralímpicos de su
carrera.
Empezó a competir como esprinter en los de 1984 en Stoke Mandeville (Reino Unido)
y 28 años después ha vuelto a tierras británicas para disputar sus
octavos Juegos Paralímpicos, pero esta vez en el maratón, una prueba de
resistencia y fondo físico que se adapta mejor a sus características de
atleta de 48 años.
"Me saben como mis primeros Juegos. Tienen un
toque especial además porque muy cerca de aquí debuté en unos
Paralímpicos. Me siento muy afortunado porque me ha tocado ver todo ese
gran cambio del deporte adaptado", explicó Gordián en una entrevista a Efe.
Este
atleta mexicano vivió en 1984 los últimos Juegos Paralímpicos
disputados en una sede diferente de los convencionales, cuatro años más
tarde disputó en Seúl la primera experiencia conjunta entre ambas modalidades y desde entonces ha estado en todas las citas representando a su país.
"Nunca
me imaginé en mi vida, ni siquiera cuando ya llevaba tres o cuatro
Juegos, hasta dónde podía llegar. Nunca me imaginé que me iba a tocar
ver toda esta evolución del paralimpismo a nivel mundial. Ahora digo muy
fácilmente que son ocho, pero te das cuenta que es toda una vida
dedicada al deporte", dijo Gordián.
Doble medallista paralímpico en Seúl 1988 y Atenas 2004, nació en México D.F.
el 4 de mayo de 1964 pero con muy pocos años contrajo poliomelitis,
enfermedad que disminuyó severamente su movilidad en las piernas y lo
obligó a andar con muletas.
"Algo que nunca aprendí es que tenía
una discapacidad. Mi propia familia nunca me subestimó ni me dijeron que
había una discapacidad en la casa ni me trataron con especial cuidado.
Yo era tratado igual que todos mi hermanos y con las mismas
posibilidades tanto en los juegos como en las reuniones de familia",
señala.
Uno de los recuerdos más agradables de su infancia es
cuando sus padres le regalaron una bicicleta y, con la ayuda de su
familia, aprendió a pedalear.
"Cuando salían mis hermanos a la
calle, yo salía con ellos y nadie me decía: '¡Cuidado te vas a caer y te
vas a lastimar!'. Al contrario, me ayudaban y me apoyaban, y ahora
puedo andar en bicicleta", recuerda orgulloso.
Sin embargo, en la
rehabilitación descubrió el deporte en silla de ruedas y, tras aprender a
moverse en ella, se aficionó al atletismo.
"También practiqué
baloncesto, pero el atletismo me encantó porque me recordaba a mi
infancia. En la escuela, con los amigos, siempre hacíamos carreritas: a
ver quien llega primero al salón, a la cancha... Para mí eso siempre fue
divertido", explica este maratonista, casado y con cuatro hijos.
Con
la misma jovialidad que desprende cuando habla de su infancia o de sus
hijos, Gordián disputará mañana el maratón en silla de ruedas, en el que
espera conseguir en el fondo su tercera medalla paralímpica, después
del bronce en esprint (200 metros en Seúl) y de la plata de mediofondo
(5.000 metros en Atenas).
Aunque, de no alcanzar su objetivo,
seguirá entrenándose y acumulando kilómetros en su silla de ruedas sin
tiempo para arrepentirse ni compadecerse.
"En la vida no podemos
mirar hacia atrás y menos en situaciones adversas. Hay que sentarse y
mirar hacia adelante", dice Gordián con una sonrisa cómplice en los
labios.
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