Zaragoza aprueba en accesibilidad para personas en silla de ruedas
La
capital aragonesa ha pasado el corte en una prueba, realizada por Eroski
Consumer, que consistía en un recorrido en silla de ruedas por la
ciudad, un viaje en autobús urbano y una visita a un centro deportivo
municipal con piscina.
Esta prueba se ha realizado
a 18 capitales españolas: A Coruña, Alicante, Barcelona, Bilbao, Cádiz,
Córdoba, Granada, Madrid, Málaga, Murcia, Oviedo, Pamplona, San
Sebastián, Sevilla, Valencia, Valladolid, Vitoria y Zaragoza.
En
el caso de Zaragoza, obtuvo un "bien" en el recorrido por la ciudad y
un "muy bien" en la visita al centro deportivo con piscina, mientras que
se quedó con un "aceptable" en el viaje en autobús urbano.
En
total, la calificación final ha sido un "bien", en el nivel de la
mayoría de ciudades analizadas y solo superada por San Sebastián y
Pamplona.
En la ciudad zaragozana la visita contó
con el apoyo desinteresado de la Fundación de Disminuidos Físicos de
Aragón (DFA) y consistió en un recorrido desde la Plaza del Pilar hasta
la Plaza Rebolería, para después la línea Ci2 y entrar al centro
deportivo municipal siglo XXI.
Durante el
recorrido, el técnico de la revista y su acompañante en silla de ruedas
comprobaron que el pavimento no era estable porque había baldosas
sueltas, pero la acera tenía una zona libre de obstáculos igual o mayor a
120 centímetros.
Por otra parte, la acera y la
calzada no siempre se encontraban al mismo nivel (es lo ideal), y en
esos casos, los bordillos estaban rebajados y no tenían un altura mayor
de 14 centímetros, informan fuentes de la citada revista del consumidor.
En
este sentido, hubo que atravesar la calzada en 9 ocasiones, pero
siempre había un paso de peatones y/o un semáforo, que en todos los
casos funcionaba correctamente y se podía cruzar en un tiempo razonable y
sin prisas.
La presencia de escaleras es uno de
los impedimentos más importantes al que tienen que hacer frente las
personas en silla de ruedas, pero en el recorrido realizado en Zaragoza
estaban salvadas por una rampa excesivamente pronunciada.
En cuanto al viaje en autobús, en las paradas había suficiente espacio y eran antideslizantes.
El
vehículo contaba además con la plataforma elevadora, rampa o piso bajo
que funcionaba y la puerta de entrada era lo suficientemente ancha
(tenía una anchura de al menos un metro).
Una vez
dentro, no había pasamanos, pero sí una zona adaptada para personas en
silla de ruedas con sistema de anclaje, cinturón de seguridad y pulsador
de llamada a una altura accesible.
Sin embargo, la máquina canceladora se encontraba lejos para que una persona en silla de ruedas pueda validar el billete.
Por
último, el conductor no estuvo pendiente de la persona con dificultades
de movilidad ni tampoco de su acompañante porque no esperó y arrancó el
autobús antes de que la persona en silla de ruedas estuviese
completamente ubicada y bien fijada.
En cuanto al
acceso a la piscina, aunque la entrada a la misma no estaba al mismo
nivel que la calle -como es ideal- esto se salvaba con una rampa, y la
puerta de acceso era lo suficientemente ancha para que cupiese una silla
de ruedas.
Una vez dentro del edificio, se
comprobó que el mostrador no tenía la altura adecuada (un máximo de 80
centímetros), aunque durante el trayecto hacia la piscina no se hallaron
obstáculos que impidiesen el paso.
Finalmente, al
entrar a la piscina se observaron sistemas de accesibilidad que
ayudaban a las personas con dificultades de movilidad a meterse en el
agua: rampas de acceso a la zona de menos profundidad, escaleras de
acceso adaptadas y grúas o elevadores, entre otros. EFE.
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